Encontrada una Filarmónica en un cajón.
Estaba ya un poco harto de leer mensajes de afortunados compañeros que abren cajones y encuentran magníficas navajas de sus padres o abuelos o de aquellos también tocados por la diosa Fortuna que en rastrillos o tiendas de antigí¼edades hallan estupendos hierros a precios de risa. La envidia nunca se confiesa, pero siempre se padece.
Yo siempre recuerdo a mi padre y abuelos afeitándose con ruidosas maquinillas eléctricas por lo que había perdido toda esperanza de ser agraciado por una herencia valiosa en el campo del afeitado. En visitas a mercadillos y a tiendas de viejo lo más parecido a una navaja de afeitar que había encontrado fue una bisagra de una puerta de corral o una vieja cuchara de alpaca.
Habiendo perdido ya toda esperanza habíame acomodado en mi desgracia con triste resignación. Estas fiestas navideñas, tras un comentario de sobremesa acerca de mi desazón afeiteril, oigo como música celestial la frase siempre deseada mas ya no esperada:
- Ahí, en el segundo cajón hay una Filarmónica.
No daba crédito a lo que a mis oídos llegaba. Mi corazón comenzó a latir con desenfreno, mis pupilas se dilataron. Con voz temblorosa acerté a preguntar:
No pude esperar más. Como hambriento leopardo que salta sobre una descuidada gacela así salté yo de la silla al cajón. Lo abrí y tras apartar cosas que evidentemente no eran mi objetivo di finalmente con el brillante acero sobre el que las ansiadas letras estaban impresas. "Filarmónica" sin duda se podía leer. Y "stainless steel". Y "ice tempered". Y no una, ¡dos cortantes hojas! ¡Al fin encontré una Filarmónica! Ciertamente soy muy afortunado y si me veis llorando es por la emoción...
