Esto no es más que el signo de los tiempos. Ahora, casi todos los productos, imágenes públicas de las personas, no digamos la política y cosas más profundas, que no me atrevo a escribir para no suscitar demasiada polémica, se basan en lo mismo. A través de la publicidad nos venden ideas en vez de realidades. A mi modo de ver, no hace falta criticar al tío del video, ni su técnica de afeitado, ni la porquería de la espuma, ni la rojez de cojons que se deja en la cara o la belleza del tío. Estoy de acuerdo con todo lo que comentáis. El objetivo es la idea de la bolita. Es más que discutible que a estas alturas de la innovación de las multihojas, esto de la bolita suponga algo sustancial. Pero la gente se la comprará y pagará mucho más dinero por la idea. Sólo por la idea. No por la realidad. Y el tío es feo y viejo, en vez de un tío de los que salen en los anuncios de colonias -guapos no, lo siguiente- porque de lo que se trata es de que lo compren esos sectores de edad.
Hoy pasa lo mismo con los limpiadores -ahora limpian científicamente- y por qué no decirlo con los móviles. Para usar internet, ya no podemos esperar al ordenador de sobremesa, ni para hacer una foto tener una cámara en condiciones, etc., etc., etc. Ahora todo en una cajetilla de cerillas. Eso sí con una pantalla táctil que en la calle te tienes que quedar ciego para usarla. Quizá por mi rechazo a esta venta masiva de ideas, de símbolos y de sentimientos falsificados, tengo un móvil con cámara de fotos porque no encontré otro sin ella. No creo que muchos aficionados a la fotografía estén encantados con el móvil.
Lo bueno es que la reflexiones sobre el afeitado clásico, que me parecen oportunísimas, las podríamos hacer extensivas a otras muchas cosas. En vez de un semidios, como el móvil, que hace casi todo lo que hace un dios -es cosa de magia, o lo parece-, deberíamos centrarnos en el arte de cada una de las cosas por separado. Qué es para mí, ante todo, el afeitado clásico: un arte. Extendamos, pues, el arte, la actitud artística que nos enseña el afeitado clásico al resto de nuestras cosas, en vez de dejarnos llevar por el mundo mágico creado por la publicidad.
Perdón por la largura, pero lo llevo dentro demasiado tiempo.