Hola a todos,
Hoy fue un día bastante lluvioso, y en horas de la tarde lo único que se me antojaba era meterme en la cama y ver TV o pasarme por acá. Finalmente, la lluvia amainó y pensé en que era buen momento para unas típicas "onces santafereñas" con mi chica. Helas aquí.

Las onces tienen su historia: en la antigua Santa Fe (actual Bogotá), ciudad fría y gris todo el año, a los monjes y canónigos de las numerosísimas iglesias coloniales les entraba el antojo de algo que les hiciera entrar en calor y sentirse más a gusto. No era precisamente algo como lo de la foto lo que querían, en realidad el antojo solía ser de aguardiente. El aguardiente es la bebida alcohólica por excelencia, destilado de la caña y aromatizado con anís, de alta graduación alcohólica.
Ya que no era bien visto que estuviera un cura en un establecimiento pidiendo alcohol, lo que hacía era ordenar un "once letras", código que los dependientes ya conocían. Con ello se referían al aguardiente, palabra que consta de once letras.:piratas:
Con el tiempo esta práctica se convirtió en la típica merienda de la media tarde bogotana, tradicionalmente fría y en ocasiones lluviosa. Consta en su expresión más autóctona de una taza de chocolate, que nada tiene que ver con el chocolate español para mojar los churros. Es un chocolate mucho más líquido, menos concentrado, y con un toque más dulce y especiado, más parecido al chocolate mexicano, por ejemplo. El chocolate debe ser consumido con su correspondiente trozo de queso, el cual se sumerge en la taza para que con el calor se derrita de forma decadente. Esto da un toque de sal a la bebida, que no le viene nada mal. Se cuenta que en los hogares pobres de antaño, donde no había queso, se el ponía una pizca de sal al chocolate para emular el sabor que este le da. No era fácil para todos.
Para acompañar el líquido, se adiciona un tamal: masa de maíz rellena de ciertas carnes y algún elemento vegetal, envuelta en hojas de plátano y cocida al vapor. No es mi alimento preferido, pero lo dicta la tradición. En la foto se puede ver un tamal en versión mini, cosas de modernos. El tamal puede ser una comida completa por sí mismo en su tamaño real. En mi opinión, uno de estos minis me basta y me sobra.
"El que en Bogotá no ha ido con su novia a Monserrate, no sabe lo que es canela ni tamal con chocolate".
Por último, completan las onces diversos amasijos, que dependen del gusto de cada hogar o de lo que sirvan en el café o restaurante. En este caso viene con mantecada, un bizcocho de harina de maíz muy rico y esponjoso, y almojábana -del árabe al-muyabbana- hecha también con harina de maíz y mucho queso. Puede venir también con variedad de panes o arepas.
En este plato se nota la gran influencia del maíz sobre nuestra cultura, para la cual el trigo con sus panes, tostadas, hojaldres y demás es algo foráneo.
Después de esto no queda más que disfrutar de la ciudad y la compañía, y ser feliz.
Un abrazo desde Colombia, chicos!!