A primera vista, creemos que el deporte es excelente para combatir el estrés y el sobrepeso, para fortalecer el corazón y simplemente para estar en forma. Y eso es cierto. Pero olvidamos que la actividad física es un activo importante para tener y mantener una piel hermosa, joven y tonificada.
Cuanto más sudamos, más se abren los poros de la piel y más se evacúan las toxinas que causan los granos sin pasar por la caja de la inflamación. El deporte aumenta el ritmo cardíaco y activa la circulación sanguínea y el sistema linfático, y es en este último donde se encuentran las toxinas y el exceso de hormonas (fuente de acné). Pasa por todo el cuerpo y es estimulado por el movimiento. Los ganglios linfáticos recogen todos estos excesos y los destruyen. La transpiración generada por el deporte permite eliminarlos a través de la piel. El cuerpo se desintoxica, la piel se limpia, los poros se liberan de impurezas y células muertas. La tez es más clara, más clara y más suave...
El deporte aumenta el ritmo cardíaco, la circulación sanguínea se acelera y la piel se enrojece. El calor liberado estimula la microcirculación sanguínea y linfática local en la piel. Esta mejor irrigación lleva a una mejor nutrición del tejido de la piel. La piel está mejor hidratada y por lo tanto es más flexible y más luminosa.
Como se ha mencionado anteriormente, los tejidos, gracias a la mejora de la irrigación, se han beneficiado de una mejor nutrición y, por consiguiente, de un importante suministro de nutrientes y vitaminas. Este suministro a nivel cutáneo permitirá a la piel funcionar mejor, curarse mejor y regenerarse mejor. Cuando se suministran adecuadamente, los fibroblastos (células que producen fibras) aumentan la producción y la calidad del colágeno y la elastina. La piel está entonces más tonificada, más llena y más dinámica.