Siendo joven por problemas de la piel de mi madre, a la que desaconsejaron que le salpicara el aceite, mis hermanos emancipados, mi padre un desastre en la cocina, tuve que tenerle apego a los fogones, desde entonces no he parado, salvo las paellas y algún que otro plato; en casa no tengo rival. He desarrollado el sentido culinario tanto, que detesto y evito la comida precocinada o industrial.