Se fue un grande, tuve la suerte de verlo el año pasado y fue toda una experiencia...
Hoy en el Wizink Center...
Hoy en el Wizink no reinaban las guitarras ni los bajos, lo hacían los violines y los cellos, una estupenda sección de metales y vientos y un coro de la leche. Ni un mísero sintetizador ni falta que le hacía con el magnífico Stenway &Sons que sonaba...
Hoy en el Wizink no había pantallas de vídeo que siguieran al artista... Ni siquiera que mostraran épicas imágenes de conquistadores por América o pistoleros y forajidos a galope por las tierras de Burgos y Almería... Ni falta que hacían, la música ya evocaba todo eso y más...
Hoy en el Wizink no me acompañaban mis amigos habituales... Me acompañaba mi padre, el responsable de meterme todo este vicio musical y cinéfilo en la sangre...
Hoy en el Wizink el publico no coreaba el consabido oeee oeee oeeeeee para pedir los bises. Aplaudía respetuosamente levantado en pie rompiéndose las manos durante los minutos que llevaba al compositor saludar y hacer el paseillo de salir del escenario a paso inseguro durante los 3 bises.
Hoy en el Wizink el solista no recorría es escenario de un lado a otro corriendo o soltaba largos discursos autocomplacientes... dirigía a su orquesta sentado en una silla moviéndo energicamente las manos y agarrandose con ellas para poder levantarse y saludar, pero nunca hablar. Tiraba una partitura y agarraba otra.
Hoy en el Wizink uno llega a la conclusión de que existen las bandas sonoras, las buenas bandas sonoras, las excelentes bandas sonoras y por encima de todas ellas, las bandas sonoras de Morricone.
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