Hoy al ver las noticias se me ha atragantado la comida, había escuchado la noticia en la radio durante el descanso, pero en aquel momento no dieron los nombres, ya sentí un gran pesar al saber que tres militares españoles habían fallecido en un accidente durante unas prácticas de desactivación de explosivos, pero al conocer los nombres, uno de ellos ha hecho que me sumiese en una profunda tristeza.
Los fallecidos son los Brigadas Antonio Navarro García y Manuel Velasco Román y el Sargento José Francisco Prieto González.
Voy a hablar de aquel a quien yo conocí.
Manuel Velasco Román, mi instructor en mi primer destino como profesional, un hombre estricto, un jefe exigente, pero si cumplías con lo que exigía, protector, considerado y cercano, hombre justo donde los hubiese, si cometías una falta, asumías la culpa ante el sin complejos, por que sabías que el castigo que te imponía era el más justo y proporcionado (y en muchos casos el más benévolo) enemigo implacable de la vaguería y la dejadez, en resumidas cuentas, un jefe como muchos subordinados habrían querido que fuese el suyo, si me lo hubiese pedido, habría avanzado con el hasta el mismísimo infierno.
Tuve la grandísima suerte de conocer a éste gran hombre y soldado en el año 1997 cuando llegué a mi destino en el Regimiento de Ingenieros nº 1 en Castrillo del Val, le encomendaron la tarea de adiestrarnos como zapadores, por que veníamos del centro de instrucción formados como infantes, y esa no era nuestra especialidad, nosotros debíamos ser lo mismo que el, ZAPADORES, y he de decir en su favor que lo hizo, nos convirtió en una sección de zapadores de los pies a la cabeza, durante la instrucción con el descubrimos lo que tenía que ser un buen jefe, alguien que te exige, pero que a la vez te da, una persona que podía escuchar tus problemas personales y se desvivía por ayudarte en todo lo que estuviese en su mano, y a veces incluso más, llegando a interceder por cualquiera de los suyos ante cualquiera de sus jefes o iguales, de toda la gente que vi bajo su mando, jamás conocí a alguien que le tuviese rencor o miedo, con el se podía hablar de todo lo que fuese necesario e inspiraba tal confianza que jamás a nadie se le pasó por la cabeza defraudarla, el día que se despidió de la unidad para irse a un nuevo destino, no dejó a un solo soldado que hubiese estado aunque sólo fuese un par de días bajo su mando sin darle un apretón de manos formal y un afectuoso abrazo, dejo tal huella en la unidad que varios años después de su marcha, mucha gente aún usaba alguna de sus frases, cariñosamente le llamábamos "El Hijo del Viento"
Es el sino de los zapadores, irse de éste mundo haciendo un gran ruido, nuestra especialidad hace que manipular explosivos sea parte obligatoria de nuestra rutina, los protocolos establecidos hacen que sea una práctica relativamente segura, pero siempre existe el riesgo de que ocurra lo impensable, de que algo salga mal, de que se cometa algún error, pero es lo que escogimos, nos gusta, asumimos ese riesgo y hacemos nuestro trabajo de buena gana, de hecho, Manuel fue condecorado por ello, por su labor como integrante de un equipo EOD en Afganistán.
Descansa en paz Hijo del Viento, y pon firmes a todos ahí arriba, mételos en vereda como tu sabes y pon un poco de orden, que seguro que te encuentras aquello manga por hombro 😉
Mi más sentido pésame a tu familia, y a las familias de los otros dos compañeros, estoy seguro que si trabajaban contigo, eran también excelentes personas y buenos militares, por que si no eran los mejores, ya te encargarías tu de convertirlos en los mejores.