Reencontrarse con la Slant es volver con una vieja amiga que siempre está, aunque te vayas con otras. Da unos apurados de órdago y mientras, te afeita con una suavidad absoluta porque la cuchilla, sometida por el cabezal a una torsión antinatural, acaba adquiriendo bajo esa torsión una firmeza que no tiene de por sí. Consecuentemente, la hoja no vibra absolutamente nada. Este efecto, combinado con el efecto guillotina del cabezal, que corta como cortaría un cuchillo jamonero y no como lo haría un hacha, hace que el stress sobre la piel se reduzca considerablemente. Más apurado, menos fatiga, mas suavidad. No en vano es mi maquinilla favorita, y me cuesta mucho decidirme a comprar otras.
