Esta primavera nos dejó el mio, diecisiete años, y no pasa un día que no me acuerde de él. Esa cosa peluda que siempre que llegaba a casa estaba detrás de la puerta, esos ojos que cada vez que los miraba lo acompañaba el batir de su cola, esa lealtad, alegría y compañía que estos seres nos dan, son impagables. Ahora comienzan los días cortos de invierno y todas las noches, como esta, se acurrucaba en su cojín a mis pies bajo la mesa del escritorio, Dios mio... como lo voy a echar de menos. Disfrutad y cuidad de vuestras mascotas chicos, a veces se van muy pronto.