Fue una de mis primeras brochas. Era una auténtica tragona, en cuanto la echaba a la cara la espuma desaparecía, no pude domarla. Por ahí anda un hilo con mis desventuras con la dichosa brocha. Hoy en día la tiene mi padre mucho menos exigente que yo.
Adicionalmente el mango no es cómodo, sus aristas pueden resultar molestas.
Deseo que tengas más suerte de la que tuve yo.
Un cordial saludo.