Miércoles 1
- Agua tibia
- Rockwell 6S
- Wizamet iridium
- Eufros Atlántico
- CRV 24mm SCNHG 2018
- Floid
- Nivea Men Crema
Afeitado a dos pasadas con espumado en bol 3D. Después de un paseo por el campo, disfrutando hoy de una mañana fresquita, llegas a casa y te das un afeitado mientras te tomas el café. Ahora a teletrabajar.
Buen día amigos.



Ese trozo de muro, corresponde a esto:
Castillo de la Serrezuela
Muy cerca de la urbanización de La Motilla, se encuentran los restos de una histórica hacienda que fue, en sus inicios, un castillo no menos histórico: el de la Serrezuela. Esta fortificación es nombrada por vez primera en el testamento de Pedro Rodríguez de Esquivel, señor de El Coronil y de la Serrezuela, en mayo de 1414. Dando un salto en el tiempo, a fines del XVIII, Bernardo Espinalt mencionó al castillo de la Serrezuela, aunque ya por entonces era una simple hacienda de olivar. La escritora Fernán Caballero, recogió en sus escritos una leyenda que tenía como escenario este antiguo castillo.
El relato decía así: “En la época de la expulsión de los árabes, el caudillo que defendía el castillo nunca quiso rendirse ni capitular. Mucho tiempo se mantuvo encerrado entre sus muros de argamasa, como el león en su jaula de hierro. Todos los días se le veía subir con sus compañeros a una de las cuatro torres que flanqueaban en sus ángulos el cuadrado castillo para descubrir en la inmensa extensión de terreno que abarcaba su vista, si le llegaba socorro de los suyos; ¡pero en vano! El Santo Rey los había ahuyentado a todos. Hecho el reconocimiento, bajaba, (?) si bien marchitas las esperanzas (?), inmutables, firmes y lozanos los bríos. Poco a poco observaron los sitiadores aminorarse el número de los que le acompañaban, hasta que le vieron subir solo.
Siguió impertérrito en su introspección diaria que hacía descolorido, caído de fuerzas, pero siempre entero de ánimo. Un día no subió. Aquel día escalaron los cristianos los muros sin hallar resistencia. Al pie de la escalera de la torre encontraron armado, en pie y sin vida, al nunca rendido Último Moro”.
Castillo de Quintos